SRIMAD BHAGAVATAM de Vedavyasa - parte 2

LOS NACIMIENTOS ANTERIORES DEL SABIO NARADA

Ellos se sentaron calladamente por un instante. El único sonido que se escuchaba era la dulce música del río Saraswati que fluía y el susurro de las cuerdas de la vina que Narada tañía incesantemente. De modo súbito, él le sonrió al Sabio Vyasa, y le dijo: “Debes estar interesado en saber cómo yo me encontré a salvo de las garras del Karma a través de la Gracia del Señor Narayana. Tal vez tú no sepas sobre mis nacimientos previos”. 

Hubo una mirada de asombro en el rostro de Vyasa. Él dijo: “¿Nacimientos previos?, pero... amigo, tú eres el hijo del Señor Brahma, ¿cómo pudiste tener nacimientos anteriores? Has encendido mi curiosidad. Por favor dime todo acerca de ello”. 

“Estoy hablando del Kalpa anterior”, dijo Narada, con una cierta reminiscencia inundando sus ojos. “Existió una mujer sudra que trabajaba en el Ashram de los Rishis; yo fui hijo suyo. Cierta vez, durante la estación de las lluvias un grupo de sabios llegó al Ashram donde mi madre servía. Se preparaban para pasar cuatro meses en ese lugar. Yo era un niño de cinco años y mi madre me asignó la tarea de servirlos en todos sus requerimientos. Serví a los sabios durante todo ese tiempo. Era un niño algo diferente a los demás. No era muy inclinado a las bromas y los juegos de la niñez y siempre me hallaba quieto, sin hablar demasiado. Aún las palabras que pronunciaba eran diferentes, a pesar de que era yo tan sólo un niño. Los sabios que allí estaban me tomaron gran cariño. Además, gracias a su inmensa compasión, me permitieron estar con ellos durante todo el tiempo. Ellos se sentían tristes por mí, creo, y por lo tanto dejaron que los acompañe en todo momento. Cierta vez, mientras me encontraba lavando las vajillas en las cuales ellos habían comido, llevé a mi boca un resto de alimento que había quedado como sobra en un plato, lo cual hizo que mi mente se purificara. Fueron lavados en ella todos los pecados, tal es el poder de los devotos del Señor”. 

“Esos Bhaktas pasaban todo el tiempo cantando las Glorias del Señor Narayana. Así me torné conocedor de las historias que narraban y me enamoré con todo mi corazón del Señor. Las canciones que hablaban de Su grandeza me hicieron pensar tan sólo en Él y así, todo perdió significado para mí, excepto Él. Día y noche pensaba sólo en Él. Me di cuenta que me hallaba, de algún modo, más allá de Maya, la Ilusión que nos hace creer que este cuerpo físico es real. Mucho había aprendido gracias a los Hari Kirtan que yo escuchaba constantemente de los sabios, y así, las Gunas Rajas y Tamas se fueron de mi mente. Mientras tanto, los cuatro meses llegaron a su fin y los Sabios se prepararon para partir”. 

“Ellos me observaron, inclinado a sus pies, con lágrimas fluyendo de mis ojos. Sabían también que era un discípulo preparado, y en su infinita bondad me enseñaron el secreto de la Realización de la Verdad. Así fue cómo me dijeron que dedicara todas mis acciones al Señor y que cuando esto es realizado por el alma de un Hombre, la misma es curada de los Tapatrayas: Adhyatmika, Adidaivika y Adibhautika. La acción que es realizada en el mundo con un deseo de recompensa envuelve al ser humano en los remolinos de Maya. Sin embargo, esa misma acción, cuando es realizada sin ningún deseo de recompensa, con una mente libre de todo apego, destruye la esclavitud que ata a la criatura humana a Maya. El conocimiento de Brahman unido con la Gloria de la Devoción ayuda al hombre a realizar acciones dedicadas tan sólo al Señor. Así, pronto, muy pronto, el Atma condicionado encuentra la liberación de los remolinos de Maya y se torna uno con lo Infinito. Esta fue la lección que ellos me enseñaron”. 

“Extrañamente, sin embargo, la técnica era tan simple. Los hombres que realizan acciones con el pensamiento puesto en el Señor, naturalmente, hagan lo que hagan, se encuentran a Su lado. Si la acción es realizada con estas palabras: ‘Salutación a Ti, Señor de los Señores, yo te adoro y te llamo por el nombre de Vasudeva, Pradhyumna, Anirudha, Sankarshana’, este será el camino de Moksha, la Liberación de las cadenas de Karma. Esta es la gran lección que aprendí de los Sabios. La infinita compasión del Señor depositó en mi mente el pensamiento de que Él era la Única Verdad y que todo lo demás es simplemente una mera ilusión”.
 

BÚSQUEDA DE LA VERDAD 

“Los Sabios se marcharon y quedé solo. Yo tenía una madre, como ya te lo dijera. Era una sirvienta, era ignorante, y por lo tanto, inmensamente apegada a mí, su único hijo. Sabía cuán torpe era que ella se apegara de ese modo a un cuerpo efímero, pero no me era posible abandonarla. Así pues, estuve con ella en el Ashram donde trabajaba, esperando siempre por la Gracia de Dios. El mundo, amigo mío, se halla bajo la influencia del Señor y sus caminos son inescrutables. Vemos lo que pasa, pero no tenemos la menor idea del hecho de que algo más es responsable por todo cuanto sucede en este mundo”. 

“La acción del Hombre es como la de un títere. El títere cree que se mueve de acuerdo a su propia voluntad, pero esto no es así. Él es movido por las cuerdas que lo levantan y lo bajan constantemente y la cuerda está movida a su vez por alguien supremamente experto e invisible para nuestros pobres ojos mortales”. 

“Cierta noche, mi madre fue hasta unos establos a ordeñar las vacas que pertenecían al Ashram. Era el crepúsculo, y aún esa pequeña luz se fue disipando con toda rapidez. Mi desdichada madre fue mordida por una serpiente que se hallaba a su paso y murió súbitamente. De modo extraño, no me sentí desdichado por este acontecimiento, puesto que sabía que era la acción de Dios: sabía que Él había ideado todo esto, y que de este modo, mi dulce madre –tan apegada a mí– y yo mismo, podíamos obtener nuestra libertad; ella, de su gran apego a mí, y yo, a mi vez, seguir mi propio destino. Mi madre para mí, y yo para mi madre, era un bandha, y me encontraba ahora libre de ello. Abandoné pues el Ashram y seguí mi camino hacia el norte. Viajé a través de innumerables países, bosques y selvas, crucé ríos maravillosos. Los campos se hallaban todos en flor y los árboles con sus ramas que recordaban el paso de los elefantes salvajes. Vi montañas brillando con sus tonos dorados y plateados por lo minerales escondidos en sus entrañas. Vi lagos y escuché el maravilloso sonido de las abejas que zumbaban sobre las flores todo el tiempo. Crucé también un bosque de bambú y escuché el ulular de los búhos y el grito de los animales salvajes, de los chacales y de los tigres”. 

“Me sentía cansado y mis miembros se hallaban excesivamente fatigados. Mi garganta estaba seca y yo me hallaba con hambre. Así, fui cerca del río, me lavé y tomé el agua que necesitaba, y el agua era dulce y fresca. Me senté entonces bajo un inmenso árbol pipal y tomando la postura que los sabios me habían enseñado, concentré mi mente en la Forma del Señor que ellos me habían descrito. Sí, me senté allí y quedé absorto en meditación”. 

“Con los ojos de mi mente vi la Forma de Narayana que con toda suavidad conformaba Su imagen para mí. Lo vi a Él y mi cuerpo se estremeció en éxtasis. Las lágrimas fluían incesantemente y todo mi ser se hallaba florecido de bienaventuranza. Luego de un momento, la Forma de Narayana se desvaneció: ya no estaba más. Me sentí caído en la más grande de todas las desazones y me levanté entonces de mi lugar de meditación. Luego, traté nuevamente de sentarme y meditar, pero el poder de concentración no estaba en mí. La Forma del Señor no regresaba a mi mente. Creí que esto terminaría volviéndome demente”. 

“Súbitamente escuché una Voz que me hablaba. Esa Voz me nombraba y sus palabras eran amorosas, confortables y bellas. Y así me dijo: ‘Hijo mío, tú no puedes verme ahora, en este nacimiento. A menos que te deshagas de esa forma material nacida del deseo, no puedes percibirme. Esta visión momentánea de Mi Forma era para asegurarte que llegarás a Mí al final de tu sendero. Después de verme una vez, ningún hombre puede pensar en nada más, o tener nada más en el país de su mente. Aún a edad muy temprana, tú, por asociación con los sabios, aprendiste a amarme, a Mí y sólo a Mí. Tu amor por Mí, desvaneció todas las otras formas de amor de tu mente. Abandona pues ese cuerpo tuyo en su debido momento, y cuando lo hagas regresa a Mí. Tú siempre te encontrarás a Mi lado. Ese amor que tú tienes por Mí no decaerá ni siquiera luego del Pralaya, pues tú mismo eres muy amado por Mí’. La Voz Divina dejó de ser escuchada y desapareció en el espacio”. 

“Luego de esto, pasé todo mi tiempo contando las Glorias de Narayana e iba de ciudad en ciudad haciéndolo. No tenía ya ningún deseo y me hallaba contento con lo que la vida me daba. Esperaba el momento en el cual pudiera abandonar la forma humana que me mantenía preso de la esclavitud de Maya”. 

“Los días pasaron, y con ellos, los años, muchos de ellos. En le curso del tiempo, el Señor Yama, el Dios de la Muerte, llegó hasta mí. Fue como un rayo, como un relámpago, como una guirnalda de luz, y ese cuerpo hecho de elementos cayó sobre la tierra que lo había generado. Entonces viajé a través de los océanos donde Narayana se hallaba dormido, y al verlo, mi corazón enamorado ingresó en Brahma, junto con su aliento. Después de pasados cuatro Yugas, cuando Brahmâ comenzó a crear el Universo, nací como su hijo, junto con Marichi y los otros. Por la Gracia del Señor viajé por todo el Universo cantando Sus Glorias, los Devas me dieron esta vina que se llama Mahati, y con ella acompañé mis cantos y así viajo constantemente esparciendo esta lección de amor al Señor”. 

“Cuando canto, la Forma de Narayana llena mi mente. Lo veo de modo constante y me siento siempre feliz”. 

“Pemíteme repetir lo que ya te dije antes. El Karma-Yoga, que tú enseñaste en el Mahabharata, el Jñana-Yoga que enseñaste en los Upanishads y el Karma-Kandha que describiste en los Vedas, todo ello, sin amor, no puede otorgar al Hombre la paz y la Serenidad que Bhakti-Yoga le confiere. Así, querido amigo, deja que tu próxima obra sea la nave que salve a los Hombres caídos en el océano del dolor, de la frustración y la desesperación y los lleve nuevamente a los brazos de Su Padre”. 

Narada se fue, y Vyasa quedó solo. 

Mucho después que este sabio hubiera partido, se podía escuchar todavía el canto dulcísimo de su vina; el gran poeta se sentó por un instante recordando las sabias palabras de Narada. 

Vyasa cerró los ojos y se sumió en un trance profundo. Vio con la visión de su mente los grandes eventos del pasado; vio a Narayana descansando sobre Ananta, vio el comienzo de la Creación, el ViratPurusha y el inmensísimo loto del cual naciera el Señor, símbolo este de la absoluta Perfección. Pudo contemplar también el nacimiento de los mundos. Vio el Vibhuti del Señor, y lo que ocurría en cada Kalpa. Vyasa entonces, compuso el gran Bhagavata Purana, y lo entregó a su hijo Suka, y Suka lo propagó al mundo entero para beneficio de todos los Hombres.


- Fuente: traducción completa al español de Ada D. Albrecht

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